miércoles, 4 de abril de 2012

Muerte en Estambul

A pesar de su envoltorio de sainete, Muerte en Estambul es de aquellas novelas que, aun siendo ligeras (o ligerísimas), no nos dejan indiferentes por su trasfondo histórico y social: es una novela negra  tiznada de humor donde el autor desgrana las rivalidades entre griegos y turcos que tienen su fundamento más reciente en la deportación de 1923 de ciudadanos griegos y donde nos relata los avatares de la minoría griega que permaneció en Estambul y acabó sufriendo el agravio del  estado turco, reflejado sobre todo en la discriminación fiscal sobre la propiedad inmobiliaria.

A pesar de su envoltorio de sainete, Muerte en Estambul es de aquellas novelas que, aun siendo ligeras (o ligerísimas), no nos dejan indiferentes por su trasfondo histórico y social: es una novela negra  tiznada de humor donde el autor desgrana las rivalidades entre griegos y turcos que tienen su fundamento más reciente en la deportación de 1923 de ciudadanos griegos y donde nos relata los avatares de la minoría griega que permaneció en Estambul y acabó sufriendo el agravio del  estado turco, reflejado sobre todo en la discriminación fiscal sobre la propiedad inmobiliaria.
 De la mano de Petros Márkaris transitamos por callejuelas de la antigua Constantinopla, regateamos en los bazares, degustamos platos típicos del país tal y como establece la norma (probando un poco de todo, no demasiado de nada), nos sumergimos en el tráfico infame de la ciudad  y viajamos a través del Bósforo por el en todo momento omnipresente en la narración puente de Atatürk.
Hay novelas aparentemente insignificantes que despiertan nuestra curiosidad más allá de la escritura y que nos transportan a paisajes y pasajes desconocidos de la historia.
Hay pasajes de la historia que nos recuerdan cuán vulnerables somos los pueblos de sufrir agravios por parte de estados en apariencia democráticos.
Somos vulnerables porque nuestros estados son vulnerables, porque somos susceptibles de ser conquistados, porque nuestras fronteras son susceptibles de ser franqueadas por el gobierno de turno, por el interés de turno, porque de nadie es la tierra y así lo han demostrado los tratados de la historia.
Ilusos Bienaventurados de San Mateo: no serán los humildes ni los mansos, sino los audaces los que, contra toda ética, heredarán la tierra y, como es propio de los ganadores, serán los encargados de contar la historia.

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