domingo, 12 de febrero de 2012

Para la libertad



A pesar de que nunca he sentido de manera profusa los colores del país al que (geográficamente) pertenezco, hoy, sin embargo, siento vergüenza de ser española. Vergüenza de vivir en un país donde se persigue a la justicia y a los jueces que se atreven a reivindicar la memoria histórica; donde corruptos gürtelianos son exculpados por tribunales populares de pacotilla; donde la derecha española dirime derechos adquiridos por la mujer después de años y luchas a su antojo.
                Hace un tiempo tuve la suerte de disfrutar, de manos del magnífico y tristemente desparecido Pepe Rubianes, de Lorca eran todos, obra que tanto revuelo causó entre las filas ultraderechistas de este país.  Nada ha cambiado desde entonces. Seguimos sin saber dónde yacen los restos del poeta granadino, dónde descansan los despojos de tantos seres queridos víctimas atroces del Franquismo. Seguimos sin poder alzar la voz ante las injusticias por miedo a que la justicia esté del lado de los malvados: no hay libertad sin justicia.
Para la libertad, hacen falta valientes, indignados,  líderes que se atrevan a sublevarse contra el dogmatismo que atesoramos desde la cuna.
Para la libertad, decía Miguel Hernández, “(…) me desprendo a balazos/de los que han revolcado su estatua por el lodo./ Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos/ de mi casa, de todo”.
Para la libertad, hace falta estar dispuesto a perder para que ganen todos.